Saber redactar de forma cohesionada, con mensajes sencillos, sin faltas de ortografía y con distintas adaptaciones del tono según la situación parece sencillo pero es una habilidad que no todos los profesionales dominan.
No cabe duda de que las nuevas tecnologías han supuesto un importante cambio en nuestros usos y costumbres en lo que respecta a la escritura. Con la utilización masiva del correo electrónico, la rapidez de las comunicaciones y el uso de aplicaciones como WhatApp muchas veces se utilizan abreviaciones o se descuidan los detalles, y se olvidan las ventajas que conlleva la buena escritura.
Crearse falsas impresiones o prejuicios sobre un interlocutor vía email es más frecuente de lo que parece. No es lo mismo que un proveedor escriba un correo electrónico con las letras en mayúsculas y sin signos de puntuación que uno bien estructurado, sin faltas de ortografía y con un tono profesional que genere confianza.
La escritura es un reflejo de los pensamientos. Si esos pensamientos no están en orden en un documento o en un correo, tampoco lo estarán en la mente del emisor y mucho menos, en la mente del receptor. Para que un mensaje llegue de forma clara y contundente, debe estar escrito con esa finalidad, y según el mensaje a transmitir, no siempre es tan fácil como parece.
Todos los profesionales se han enfrentado alguna vez a ese “correo electrónico complicado” en el que el tono que entiende el receptor es crucial para evitar un conflicto mayor. Saber elegir las palabras y el orden de las mismas es indispensable para anticiparse a los posibles problemas, evitarlos, y generar así un entorno agradable de trabajo.