Nadie puede discutir el tremendo impacto del vídeo en el consumo. El contenido en vídeo es más atractivo y fácil de recordar y, teniendo en cuenta que el 90% de la información transmitida al cerebro es visual, el cerebro humano lo procesa con mayor facilidad. De hecho, el uso de un vídeo en una página web atrae el triple de usuarios y duplica su tiempo de navegación, lo que aumenta su exposición al contenido. El interés de las marcas en este formato es, por lo tanto, mucho más que comprensible: cuantos más consumidores sean cautivados por un producto y sientan curiosidad por conocerlo, más probabilidades hay de que lo compren.
Y es que no solamente los neurocientíficos nos han demostrado que los seres humanos procesamos los vídeos con mayor rapidez que las palabras, también está sobradamente comprobado que influyen poderosamente en el comportamiento de compra. He aquí algunos datos estadísticos que lo certifican:
Sabemos que para los negocios, el vídeo tiene también un efecto útil en la estrategia de optimización en motores de búsqueda y se ha demostrado que mejora el posicionamiento orgánico, dado que Google clasifica el contenido en función de la importancia, el valor para los usuarios y la capacidad de compartirlo. También sabemos que los negocios estadounidenses están reubicando sus presupuestos publicitarios de la televisión a los anuncios digitales en vídeo, y que un 91% de ellos ya está invirtiendo en compra programática de anuncios en vídeo.
Por lo tanto, parece estar claro que el vídeo es el rey y está explosionando en Internet. Las empresas ya han empezado a prestarle mayor atención porque sus clientes también lo hacen. Sin embargo, en mi opinión, la pregunta no es si una empresa utiliza o no vídeos para promocionar sus productos, sino ¿cómo un negocio que vende o exhibe cientos, miles o incluso millones de productos online puede sacar provecho de las enormes posibilidades que ofrece el vídeo para venderlos? Para venderlos TODOS, mejor dicho.
Para poder contestar esta pregunta, quizá debemos pensar primero en nuestra propia experiencia como clientes: ¿cuántas páginas de producto hemos visitado últimamente para realizar una compra o una consulta online? ¿Y cuántos vídeos de producto hemos visto en estas páginas? Seguramente muy pocos. Internet está lleno de productos increíbles en forma de texto e imágenes, pero no en vídeo. ¿Por qué? Porque muchos negocios creen que ni es fácil ni asequible convertir todas esas descripciones de producto en vídeos llamativos. Pero esto es exactamente lo que hoy en día nos permite la tecnología: la producción de vídeos de manera económica, a gran escala y dinámica. Y este hecho cambiará definitivamente nuestra forma de consumir contenidos de productos online.
En este sentido, ahora somos realmente capaces de convertir un catálogo entero —independientemente del número de productos que contenga— en un inventario de vídeo de diferentes tamaños y para distintos dispositivos y canales. Ello abre un fabuloso mundo de nuevas posibilidades, anteriormente limitado por barreras como el coste y el tiempo. ¿Me creería si le digo que estos vídeos promocionales de inmobiliarias y de coches han sido producidos automáticamente y que pueden ser realizados a gran escala para miles o incluso millones de productos?
Este nuevo panorama tecnológico comporta una serie de retos totalmente nuevos:
SOBRE EL AUTOR
Íñigo Vega de Seoane es CEO & Co-Founder de TheMotion.com, expertos en la creación de anuncios dinámicos en video para campañas de adquisición online a partir de catálogos digitales de productos. Este artículo de Iñigo Vega de Seoane forma parte del eBook colaborativo “El vídeo en la era post-Youtube” de Foxize, plataforma de cursos presenciales y online experta en digital, marketing y negocios. En este ebook encontraras 28 opiniones y reflexiones de expertos del sector sobre el presente y futuro inmediato del vídeo online.